Hola, soy Noelia Casas y este es mi blog sobre Intervención educativa con menores inmigrantes (MENAS). Aquí podréis encontrar multitud de información sobre el tema, así como: opiniones, reflexiones, análisis, noticias...

Espero que os guste y que os sea de utilidad para adentraros aún más en la intervención social. Un saludo.

jueves, 21 de octubre de 2010

Los polizones del pegamento. Un futuro, quizás. «¿Merece la pena?

1º Parte
Dos sombras se mueven con rapidez entre los camiones del puerto de Tánger. Pasan por debajo de los vehículos, esquivan a la Policía. Conocen palmo a palmo todos los rincones y agujeros del gran tetris que es la terminal del puerto. Vienen todos los días desde hace un año y medio. Son adolescentes, carne de cañón de esta ciudad canalla que es Tánger, la puerta de Europa.
Kamal lleva la mejilla desollada. Una gran herida de color rosado que hace parecer aún más sucio el resto de su cara ennegrecida. Sus ojos son los de un animal acorralado, penetrantes y a la vez esquivos. Por el rabillo del ojo no pierde detalle de nada, en guardia siempre para correr si hace falta. El puerto está lleno de policías de paisano. No se fía de nadie.

«¿Te has caído del camión?». Kamal contesta negativamente. Esta vez lo ha intentado con un autobús de turistas. La misma estrategia de siempre: subirse al eje o a alguno de los huecos que quedan en los bajos de estos enormes vehículos y aferrarse hasta, si hay suerte, tocar suelo español. Se ha arriesgado muchas veces. «Es muy difícil», asegura. Pero algún día lo conseguirá, y dejará el puerto y quizás también la cola, el maldito pegamento del que no habla pero que se ha convertido en refugio de tantos chavales como él. Se colocan hasta perder la noción.

Abdelhari tiene 15 años, uno menos que Kamal. Parece más confiado que él. A veces sonríe. «Cada vez que nos pillan tenemos que pagar 50 dirhams (algo menos de 5 euros) a la Policía para que nos suelte», explica contando con los dedos, tan negros y tan sucios como su ropa.

Como Kamal y Abdelhari hay muchos en el puerto. «Están siempre por aquí. Viven por allí detrás, entre los escombros, donde pueden», señala Reduan, que trabaja vendiendo billetes para los ferris, mientras señala uno de los muros del recinto. A lo lejos se aprecian montañas de desperdicios junto a las antiguas murallas de la ciudad. Allí, encaramados a los viejos cañones, varios jóvenes se aferran a sus bolsas de plástico. Inhalan con fuerza los vapores tóxicos de la cola, la droga de los pobres. Luego hacen equilibrios en el precipicio.
Vienen del sur, o de los barrios más humildes de Tánger. Algunos huyen de familias problemáticas, de la pobreza. Otros son empujados por sus propios padres, que ponen sus últimas esperanzas en el hijo que consiga llegar a España. Camuflado en algún coche, en patera o en los bajos de un camión. A cualquier precio.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Recuerdo a Labordeta,un modelo para la sociedad

Para empezar a escribir sobre la libertad, hay un nombre que se me anticipa ante todo, José Antonio Labordeta,era de un tipo determinado de persona que, por desgracia, no abundan en la sociedad y que son muy necesarias como modelo.
Su pérdida deja un grito de libertad como ese sol abrasador que le acompañaba por los caminos, como ese aroma a lluvia de tormenta  o como ese pájaro que canta en el camino. Su canto a la tierra y a las gentes y todo su legado que, además de recordarlo siempre, también estará siempre dentro de nosotros cuando sintamos ese sol, esa lluvia, ese pájaro que canta y ese fraternal abrazo  entre las gentes.

 LIBERTAD  esta palabra tan amplia es también una palabra clave para muchas personas que entienden ésta como una condición necesaria para el desarrollo y ejercicio de la persona como individuo.  El que llega a sentir esto ``ya no se apea más del burro´´ (como podría decirse).
          LIBERTAD haya, donde te encuentres, amigo Labordeta.

Cuento sobre La Libertad
Tururulandia era un pequeño y precioso país de juguete que había hecho Paulina Perfectina con sus construcciones. Paulina cuidaba constantemente Tururulandia para que todo estuviera en orden, y mantenía los muñecos rojos junto a sus casas rojas, y los niños verdes jugando en los columpios del parques verdes, y los papás hablando todo el día junto a la plaza. Era un país tan bonito y perfecto, que Paulina soñaba con poder llegar a vivir un día en Tururulandia.
Y sin saber cómo ni por qué, su sueño se cumplió, y un día despertó en mitad de Tururulandia, vestida toda de rosa, y hecha de piececitas de juguete. ¡qué maravilla! ¡ todo era como ella conocía! Y era realmente precioso.
Paulina esta totalmente feliz, y tras la primera sorpresa, corrió a ver los columpios de los niños del parque verde. Pero antes de que pudiera llegar, una mano gigante la alcanzó, y tomándola de un brazo, la llevó de nuevo junto al gran palacio rosa. Paulina quedó un poco extrañada, pero enseguida lo olvidó, porque vio sus queridas casas rojas, y hacia allí se dirigió. Pero nuevamente, antes de llegar a ellas, la gran mano volvió a aparecer, y la volvió a dejar junto al palacio.
- No te esfuerces-dijo una princesita rosa que asomaba por uno de los balcones- nunca podrás abandonar la zona rosa
Entonces la princesita explicó a Paulina cómo la gran mano nunca dejaba moverse a nadie en Tururulandia, y que aquel era el país más triste del mundo, porque nadie podía decidir qué hacía ni dónde iba. Y Paulita miró las caras de todas las figuritas y muñecos, y comprobó que era verdad. Y se dio cuenta de que aquella gran mano era la suya, la que utilizaba siempre para mantenerlo todo como ella quería.
- ¿Pero entonces? ¿No os gusta vivir en un país tan bonito y organizado?- terminó preguntando Paulina.
- Si no podemos elegir qué hacemos o a dónde vamos, ¿para qué nos sirve todo esto?- le respondieron - Si tan sólo tuviéramos un día para ver otras cosas... ¿no lo entiendes?
Y vaya si lo entendió. Tras unos pocos días sin poder decidir nada por sí misma, ni moverse del castillo rosa, Paulina estaba profundamente triste; tanto, que su precioso país le daba totalmente igual.
Hasta que una mañana, se despertó de nuevo en su vida normal, y al llegar junto a su país de juguete, lo primero que hizo fue cambiar las figuritas de sitio. Y así, cada vez que encontraba una fuera de su lugar, en vez de devolverla inmediatamente a su sitio, esperaba un día, para que tuviera tiempo de disfrutar de aquel bello país.
Y muchas veces, en el colegio y en casa, trataron de explicarle en qué consistía la libertad, y lo importante que era. Pero no le hacía falta, para saber lo que era la libertad, sólo tenía que recordar la tristeza extrema que sistió aquellos días en Tururulandia.