Hola, soy Noelia Casas y este es mi blog sobre Intervención educativa con menores inmigrantes (MENAS). Aquí podréis encontrar multitud de información sobre el tema, así como: opiniones, reflexiones, análisis, noticias...

Espero que os guste y que os sea de utilidad para adentraros aún más en la intervención social. Un saludo.

martes, 11 de enero de 2011

¿ QUE ES UN EDUCADOR SOCIAL?

Para todos los que te preguntan con cara de raro cuando les dices que has estudiado:
- ¿y eso que es ?
- ¿ y tú de que puedes trabajas ?


Sacado de: www.encapuchadonaranja.com

¿Qué es un educador social?
Definición «biologista» :
Especie en vías de evolución, proveniente del cruce de otras especies del tipo "buenus personus", "religiosus con proyectus" y "ayudemus raudus". Es de las pocas especies que llega a solaparse en el tiempo y el espacio con sus antecesores creando una lucha por la supervivencia en el entorno, que todavía está en su pleno apogeo. Su plena evolución como especie única se ve debilitada a veces por la aparición, en algunos momentos, de especimenes del genero "que coñus estudiamos" y otros más conocidos como los "dónde me he metiu" y agravada por la aparición de otros depredadores cercanos que se disputan la escala evolutiva, véase celadores, marujas voluntariosas, integradores sociales y otros especimenes.

Muchos científicos (creemos que al menos 2 de ellos) aseguran que el eslabón perdido proviene del conocido "homus habilitadus". Es una especie que se junta para su supervivencia en lugares conocidos como CEESC (siglas de CoN Esperanza Esperamos Seguir Cobrando) (alias de Col·legi d'Educadores i Educadors Socials de Catalunya), donde algunos despistados se reúnen para poder ser criticados por los que no lo hacen. Cree la sabiduría popular que es una forma de prepararse para fortalecerse ante las duras pruebas que les esperan.En su dura lucha por ocupar un lugar en el mundo de las especies sociales es conocida por ser una de las profesiones con más diversidad y flexibilidad del mercado, de hecho casi todos los otros profesionales pueden hacer de educadores y muchos educadores han de hacer de monitores para que el casero pueda cobrar el alquiler.Se dedica a hacer ver que puede arreglar los problemas de los demás, mientras se está preguntando constantemente cuanto va a durar en su puesto de trabajo esta vez o si sobrevivirá psicológicamente hasta el próximo.
También es conocido por su moral, empezándose a crear tópicos populares como "tienes más moral que un educador social en un centro de menores" o "tienes más moral que un educador social siguiendo un proyecto educativo".

Se le suele reconocer según el ámbito en que se mueven por:

- En los centros de menores es el que cocina, el que limpia, el chofer y el que recibe.

- En los ayuntamientos es el que no tiene mesa y comparte ordenador con otros 25.

- En temas de inmigración es el que tiene trabajo. Acostumbra a ser el blanco (léase como se quiera).

- En salud mental es el que no toma medicación (en el centro).

- En dinamización laboral es el peor pagado.

- En los centros abiertos es el que se divierte cantando canciones y el que acaba haciendo los deberes.

- En los IES es el que falta.

- En toxicomanías es el que se coloca y no le sancionan.

- En el lleure* infantil es el que no conoce la game boy.

- En adolescencia es el que no lleva navaja.- En los pisos asistidos es el que lava la ropa y tira la ceniza en los ceniceros.

- En las cárceles es el que regresa seguro de las salidas culturales.

- En el apartado presupuesto de los proyectos es el de ½ jornada.

- En justicia juvenil es el que no lleva casco ni escudo.

¿Por qué se fugan los menores de los Centros?

La Sra. Fiscal de Seguridad Vial y Extranjería en Asturias, Dña. Adoración Peñin, ha presentado la Memoria Anual del 2008 de su fiscalía. En la misma- y a propuestadel Fiscal-Coordinador de Menores de Asturias D. Jorge Caldevilla-, afirma, entre otras cosas, que en el 2008 once de los Menores inmigrantes no Acompañadosacogidos en Asturias se "fugaron" de los Centros de Protección de Menores de Asturias, y su localización no ha sido posible , y ademas que una parte importante de los chicos eran mayores( 20 de un total de 89 casos. ) y que mienten habitualmente.

Resulta chocante este dato, pues son los menores más controlados del país. Pues lo primero que se les hace, por las Autoridades, cuando llegan a Asturias ( o a otra provincia) es ponerlos a disposición de la Policía- no de los servicios de infancia-: y además interrogarlos, tomarles las huellas, datos personales, radiografias, de nuevo más datos, mediciones antropométricas, reconocimientos médicos, pedirles papeles, mas papeles, ¿fotografias?, cotejandolo con los diversos registros que hay sobre menores y extranjeros.

Todo ello adecuadamente registrado, digitalizado, informatizado, medido, contrastado ¿una , dos , tres veces? ( imaginense esta actividad en cada provinciapor la que ha podido pasar un menor que procede de Senegal, Marruecos o Rumanía por poner algún ejemplo), despues diran que son DESCONFIADOS ( pero ¿quién desconfia de quien?). Es sorprendente este hecho- el de no localizarlos-, pues debemos recordar al amigo lector que cuando un menor se va de un centro inmediatamente se debe denunciar a la policía este incidente ( puede transcurrir como mucho tres o cuatro horas).

Sabemos por nuestra experiencia que la mayoría de estos menores "fugados"aparecen en otras Comunidades próximas al poco y que algunas tienden a "ganar tiempo" para deshacerse de sus responsabilidades con los menores ( por ejemplo anulando tutelas o dandoles de baja en los centros de protección), Incluso se habla de prácticas para pagar billetes a los menores y de orientarles hacia otra Comunidades con más y mejores recursos ( ahora a asturias llegan de Deba (Guipuzcoa), antes de Melilla, Barcelona, Bilbao, Madrid...).

Pero por qué se vano "fugan" como dice la Memoria, quizás las clavesestén en:

•Masificación de los Centros de Protección•Falta de camas, goteras, falta de ropa,etc.•Abandono de los menores en las UPAs

•Segregación

•Pocos recursos o inadecuados para la atención a los menores

•Lentitud en la tutela,NIE.....

•Retrasos en la documentacion de los menores a que la Ley obliga.•Falta o inexistencia de cursos de formación profesional

•Retraso o no escolarizacion de menores en edad obligatoria•Identificación un dia si y otro tambien de los menores, indocumentados por la administración, por la policia

•Sospecha y desconfianzapermanente ante el menor , en especial el magrebí.

•"Criminalización" del menor inmigrante.

•Rumores de expulsión

•Inexistencia de vias para informarse, reclamar o quejarse.•Considerar mayor a chicos que sedemuestra que son menores ( al menos 5 casos en 2008)

•Inexistencia de programas de salud adecuados.




Nos preguntamos si esta parte, la de la DAJADEZ y MAL FUNCIONAMIENTO de la Administración ( Autonómica, Fiscalía, y de Interior,...) esta también reflejada en la Memoria de 2008, probablemente no. Pero hay otra Memoria, memorias, de muchos menores ( y mayores) que saben las cosas que no se DEBERÍAN REALIZAR por los Poderes Públicos , y que son , desgraciadamente, el pan nuestro de cada día

lunes, 10 de enero de 2011

Cheb Hbitri. Parte II

A la mañana siguiente escuchamos con estupor cómo la ordenanza de la Consejería de Bienestar Social nos comunica, en una nueva sala de espera,
que nadie nos va a recibir, pues el protocolo dice que tenemos
que acudir a la policía. Blandiendo un par de hojas grapadas, la denuncia que dirijo al Juzgado de Guardia narrando los hechos del día anterior, exijo que nos atiendan; la mujer, abochornada, se compromete a
hacer un nuevo intento para que alguien se digne a hablar con nosotros. Cuando reaparece por el pasillo, su expresión ya anuncia que trae más de lo mismo. S. mira a la pared, al techo, al suelo, incapaz de comprender ya si este lugar es la comisaría, el juzgado, la consejería o el pasillo de un albergue. Evidentemente, no vamos a volver a visitar al energúmeno del día anterior, que, en todo caso, no debemos olvidar que no hacía más que cumplir órdenes de sus superiores, en su comisaría.

Así que nos quedamos y explicamos a la ordenanza lo que puede comunicar de nuestra parte a los responsables de bienestar social: –Diles que avisen a los de seguridad o que llamen ellos a la policía, porque nos van a tener que echar del edificio. Nosotros no nos vamos. Hora y media después, entretanto ha pasado por allí un fotógrafo del periódico LA VOZ DE ASTURIAS, baja un educador y nos atiende en la propia sala de espera. Allí, tras leer la denuncia de los hechos del día anterior, y sin dar ninguna explicación de por qué nos han hecho vagar durante un día completo, empieza a acribillar a preguntas a S.
–¿De dónde vienes? –De Melilla. –¿Cuánto tiempo estuviste allí? –Tres meses. –Venga, seguro que llevas más tiempo en España. –Tres meses –repite S. –¿Cuántos años tienes? –Catorce –responde S. con seguridad. –Tienes algunos más, venga, dímelo... –Catorce y medio –insiste S. Indignado, le digo al educador que deje de interrogar al chico y le pido a S. que no responda. Han pasado 24 horas desde que nos encontramos en la calle y, tras todo el periplo sufrido y tras haberse negado por tres veces a recibirnos, el educador se extraña de que yo desconfíe de sus intenciones. ¡Qué hipocresía! No quiero que S. diga cosas que le perjudiquen, así que consulto con una persona de confianza la forma más oportuna de actuar. Que diga la verdad es lo que me recomiendan. Pero el educador, para mi sorpresa,
dice que ya ha terminado y que podemos dirigirnos a la Unidad de Primera
Acogida, ya que se ha autorizado el ingreso de S. ¿Se diferencian sus preguntas de las de un policía? ¿Cómo estás? ¿Por qué te has jugado la vida para venir a Europa? ¿Cómo te trataban en el Centro La Purísima de Melilla? Estas preguntas no se hacen, no vaya a ser que las respuestas del chico perjudiquen a la administración para lograr su objetivo:
desembarazarse de los menores, devolverlos a Melilla y, si se puede, a Marruecos.

Hoy mismo me han llamado desde Melilla para denunciar cómo la policía está arrojando a los menores, de forma completamente ilegal, al otro lado de la frontera. A nivel estatal, la política de repatriaciones de menores está a la orden del día. En 2006 se realizaron 111 repatriaciones y un total de 1.300 expedientes de repatriación. En muchas ocasiones la policía se los lleva de los centros, que son el domicilio de los menores, a altas horas de la madrugada, esposados y sin que su familia sepa que van a ser devueltos. Las repatriaciones sirven como medida ejemplarizante para los menores que se quedan, que muchas veces se escapan de los centros por miedo a que se les aplique a ellos la reagrupación familiar en origen. –¿Está lejos? –pregunta S. impaciente mientras caminamos. –Qué va, ya estamos llegando. Ese es el edificio.S. pone cara de incredulidad. La Unidad de Primera Acogida tieneimportantes problemas de recursos, pero la comparación con el Centro de Menores La Purísima de Melilla, el único centro que conoce, es
fácil de realizar a primera vista.


Aquí ve un edificio en medio de la ciudad, con un parque enfrente, mientras que La Purísima, antiguo fuerte militar en estado ruinoso, se encuentra aislado y apartado cuatro kilómetros del centro de Melilla. A través de Prodein, una asociación de Melilla de apoyo a los menores, nos enteramos de que son muchos los
menores que en las últimas semanas han huido a la Península, jugándose la vida en el puerto bajo un camión, debido a los malos tratos y el abandono que sufren por parte de las instituciones. La educadora, tras recibirnos en una pequeña sala, acompaña a S. al piso superior. –Nos veremos pronto. –le digo con un nudo en la garganta– Tienes miteléfono y el del abogado, no dudesen llamar si lo necesitas. S. camina, contento, al encuentro
de su amigo.

Cuando dos días después llamo al centro para saber de S. y la educadora me explica que ya ha cumplido con el protocolo, el sentimiento de
rabia y frustración es intenso. Han acompañado a S. a comisaría para
tomarle las huellas dactilares, es natural, hay que contrastar si ya está
acogido en otra comunidad autónoma, y le han llevado al hospital para
hacerle, cómo no, una prueba radiológica para determinar su verdadera
edad. –No le puedo dar los resultados porque
los desconozco –escucho que me dicen al otro lado del hilo telefónico. Unos días después consigo volver a ver a S. Nos encontramos en el parque,
junto al Centro de Menores. Está sentado en un banco, con otros
cinco chicos marroquíes. Me los presenta y yo me disculpo porque son
demasiados nombres para mi mala memoria. –Ha salido quince –me dice poco después, mientras damos una vuelta. –Quince, ¿qué? –pregunto extrañado.
S. señala su brazo. –La prueba de la edad –me dice. Mi primer pensamiento, de desprecio, es para el educador que trataba de convencerle de que tenía varios años más de catorce y medio. A pesar de que le han enviado
junto a otros cinco chicos a una residencia de estudiantes, ya que la Unidad
de Primera Acogida está saturada, no porque haya ninguna avalancha
sino porque sólo tiene 16 plazas,S. me dice que está bien. –Prefiero estar con todos los chicos. ¿Por qué nos han llevado a otro sitio?– me pregunta.
Le explico las razones. –Espero que se normalice pronto tu situación, supongo que abrirán otro centro, pero no lo sé –le digo. He leído en la prensa que la Consejería pretende crear un centro exclusivamente
para extranjeros, experiencia ya probada en otras comunidades con el resultado de una mayor segregación y aislamiento de los menores.
–Me enseñaron la foto del periódico –me dice sonriendo. El comentario me recuerda que debo preguntarle algo.–¿Recuerdas todo lo que me dijiste
cuando estuviste en mi casa? La historia de tu familia, de tu viaje, de
Melilla...–Sí, claro –me dice. –La he escrito, S. ¿Quieres que la
guarde o que se la contemos a la gente? Quizás sirva para que conozcan
no sólo tu historia sino la demuchos chicos como tú.S. me mira y dice:
–Cuéntala.



Este articulo ha sido escrti por Eduardo Romero, Miembro de la Asociación
Cambalache, autor del libro Quién invade a quién. El Plan África y la inmigración’(Cambalache, 2007) ycoautor del libro ‘FronteraSur. Nuevas políticas de gestión y externalización del control de la inmigración enm Europa’ (Virus, 2008).

"Cheb Hbitri, bajo un camión". Menores y extranjería.LAS MISERIAS QUE ORIGINA la pobreza, la migración y la política de extranjería Parte I

Un chico me aborda porla calle, tímidamente:–¿Dónde está la comisaría de la policía local? Después se encoge como pidiendo perdón por hablarme. Dudo unos segundos y me doy cuenta de que no sé dónde está la sede de la local. –No tengo ni idea– le digo. Él comienza a alejarse en el mismo momento en que empiezo a registrar que quien me ha preguntado es un niño, que está solo, que es extranjero, probablemente, por el acento, marroquí, y que me ha hecho una consulta, digamos, poco común. Me dirijo a él antes de que
se vaya definitivamente: –Pero, ¿para qué quieres saber tú dónde está la comisaría? ¿Necesitas algo? Poco después S. y yo subimos las
escaleras de mi portal. A pesar de esa primera apariencia de retraimiento y timidez, no le ha costado mucho soltarse a hablar conmigo.

En realidad, parece que necesitaba comunicarse con alguien. En torno a un plato de lentejas, la conversación se hace más fluida aún. Me sorprende su buen castellano. –Vengo de Melilla– me explica. S. nació en Fez hace catorce años. La ciudad, capital de Marruecos durante mucho tiempo, es una de las más importantes del país y supera el millón de habitantes. En ella pasó los once primeros años de su vida. En ella creció al calor de su madre y de sus dos hermanas mayores. Su padre, trabajador en una panadería del barrio, obtenía los únicos ingresos monetarios de la familia. Pero el padre de S. murió hace tres años. Incluso antes de que su padre los dejara, las estrecheces económicas ya habían empujado a una de sus hermanas, la mayor, a viajar a Europa en busca de una vida mejor. Ahora está en Holanda, o eso cree S., pues no sabe de ella desde hace cinco años. Su otra hermana se casó y se fue a vivir a Tánger. A la madre de S. la vida no le dejó tiempo para llorar la muerte de su marido. Poco después del entierro, se vio obligada a marcharse de la ciudad con su pequeño hijo, pues no lograba encontrar trabajo en Fez. Viajaron a Nador, más al norte. –En Nador hay playa y en Fez no–sonríe S. –¿Y encontró trabajo tu madre?– le pregunto al chico. A veces le cuesta encontrar las palabras adecuadas.Después de varios intentos y de representar con gestos la carga de sacos pesados al hombro, logra explicarme que su madre cruza la frontera de Melilla para commuchos alemanes.Y, entonces, ahora viene la pregunta de siempre, la que no sabes cómo formular porque, por un lado, te sientes un poco ridículo planteándola, ya que la respuesta es obvia y, por otro, temes no entender del todo la contestación. –¿Qué haces aquí? ¿Por qué has venido? S. me mira como diciendo: –¿Que por qué he venido? Es evidente, ¿no?–pero contesta, resignado– Poco dinero, muy poco dinero.


La frontera de Melilla la cruzó debajo de los asientos de un coche. Poco después ingresaba en el Centro de Menores La Purísima. –En una como ésta dice S. midiendo con su mirada mi habitación de unos ocho metros cuadrados– vivíamos cuatro chicos. La mayoría eran de Marruecos y de Argelia, aunque también había algunos compañeros de países del África subsahariana.

A veces nos llevaban solos a una sala y nos pegaban. –¿Cómo que os peganban?¿Por qué?–No lo sé...–Pero, ¿os decían algo cuando os golpeaban?–Sí, decían: para qué has venido aquí,para qué has cruzado la frontera, quédate en tu casa. Nada más. Cuando se cansó del hacinamiento, de los malos tratos y de la escasa comida, S. se metió bajo un camión y, allí escondido, cruzó en un barcoque le llevó a Málaga.–Vas bien sujeto, no hay peligro de caerse. –dice con seguridad– No, no tenía miedo. Sólo quería que no me descubrieran, porque sueltan perros para buscarnos. Yo los vi, pero ellos
ami no. –¿Se lo dijiste a tu madre antes de partir? –No, la llamé cuando llegué a Málaga. –Y ¿qué te dijo? –Que consiguiera papeles. –¿Nada más? –No. Bueno, sí, lloraba. –Y ¿tú? –Yo... –sonríe S. un poco nervioso– también lloraba.

En Málaga pasó cinco días.Nada más salir del puerto, se dirigió a una mezquita. Allí encontró apoyo, ropa, alimento y un techo donde dormir
durante varias noches. Cuando S. estaba en Melilla, un amigo, compañeros de juegos en las calles de Fez, le había llamado y animado a viajar a
Oviedo para encontrarse con él. Fue quien le explicó que llegara a la ciudad
y preguntara por la policía. S. viajó de noche, en autobús, a Madrid.
A la mañana siguiente cogió otro autobús con destino a Oviedo. Supongo que alguna de las personas que conoció en Málaga, al enterarse de los deseos del chico, le sacó los billetes. ¿Dónde está la comisaría de la policía
local? Es la primera vez que me encuentro con un Menor Extranjerom No Acompañado (MENA),así les llaman, y no sé si debemos realmentecontactar con la policía. Prefiero hablar con uno de los educadores de la Unidad de Primera Acogida del Centro Materno Infantil de Oviedo; educador que, por cierto, está expedientado, junto a otro compañero, por denunciar públicamente el desentendimiento del gobierno asturiano respecto a sus obligaciones con los menores. A través de sus denuncias me he podido enterar de muchas irregularidades, incluidos encierros en Centros de Internamiento de Extranjeros (CIES) de menores a los que se expulsa porque, supuestamente, y siempre según las autoridades, son adultos.

En este caso, me cuesta temer que tengamos algún problema. S. es menor,
manifiestamente menor, evidentemente menor. Pero, a pesar de todo, y aunque no consigo localizar al educador, decido hablar primero
con Asturias Acoge, por si pueden hacer alguna gestión que facilite las cosas. Efectivamente, una de las responsables de la asociación llama inmediatamente a la Unidad de Primera Acogida. La respuesta del Centro
nos deja perplejos: tenemos que llevar al menor a la comisaría de la Policía Nacional, situada frente al Hotel Reconquista, para que sea la policía quien lleve a S. a la Unidad de Primera Acogida o, en su defecto, si no hay plazas, a otro centro de menores. A pesar de que nos parece que
el tratamiento policial del asunto implica la criminalización de los menores, seguimos las instrucciones. S. parece el menos nervioso de todos, solamente preocupado por saber cuándo iremos al Centro y, así, encontrarse con su amigo. Me encargo de acompañarle a la maldita comisaría. Nos pasan a una sala de espera. –Tú no hables mucho, S., cuanto menos
español sepas, mejor. Mientras esperamos y yo le doy vueltas a lo que debo decir, S. tararea una canción. –¿Qué cantas?– le pregunto.
Se ríe. –Chebbirtri –dice finalmente (o algo así entiendo yo).
–¿Cómo? Saco papel y lápiz y lo escribe: Cheb
Hbitri. –Cuando vuelvas a tu casa –me dice– lo buscas en internet.
Yo también me río.

Una agente de la policía nacional entra y, en la propia sala de espera,
nos pregunta por el motivo de nuestra presencia. Explico la situación y
solicito que acompañen al menor a la Unidad de Primera Acogida, remarcando
que el caso es ya conocido por un abogado, por varias asociaciones asociaciones de apoyo al colectivo inmigrante y por el propio centro de acogida. En ese momento, por el pasillo por el que se accede a la sala de espera pasa un policía que, poco después, la primera agente nos confiesa
que es su superior. Este, que escucha de pasada mi explicación, se dirige a
su subordinada y, en un tono que refuerza su mirada de desprecio hacia
S., ordena que se le lleve al Albergue Cano Mata, un centro para transeúntes
adultos, de tres días de estancia máxima, y no a un centro de menores, puesto que antes tendrá que demostrar que es menor. El tipo, sin
más, continúa su camino y desaparece por el pasillo. Insisto en que S.
debe ser llevado a un centro de menores y amenazo con poner una denuncia
ante el fiscal de menores. La agente se retira de la sala de espera
para, según sus palabras, seguir debatiendo el caso con su superior, es
decir, el energúmeno del pasillo, pero pronto vuelve para decirnos que
sus órdenes son enviar al menor al Albergue Cano Mata. S. y yo nos vamos. Es domingo por la tarde, primera jornada de la liga de fútbol. Quizás el evento justijustifique que encontremos cerrado el Juzgado de Guardia, al que nos encaminamos para denunciar los hechos y pedir una solución al fiscal de menores; también debe de estar justificado
que a esas horas, justo en medio de la retransmisión televisiva, nadie responda en el 092, en un último intento por tratar que la local
sea la que lleve a S. al centro de menores. Volvemos a casa. Encontramos a -
Cheb Hbitri en Internet. S. sonríe mientras ponemos uno de los videoclips.
Hip-hop marroquí. A pesar de todo, supongo que porque sigue
siendo un niño en una vida de adulto, aún no le han arrebatado completamente
su capacidad de disfrutar.